Seguidores

domingo, 6 de marzo de 2011

D.


Hay que tener un cierto control de sí mismo y ser prudentes (estoy de acuerdo). Hay que moderarse a la hora de exteriorizar el dolor como muestra de firmeza. Hay que procurar extraer del yacimiento más profundo de nuestra alma, la fuerza que nos haga soportar hasta el dolor insoportable. Es así. Pero que un acto de vergüenza comprensible, no implique el dejar de sentir y que optemos por reprimir nuestras emociones, recluyéndolas al lugar donde jamás se expresan.
La psicología y las ciencias sociales han demostrado la importancia de expresar, de alguna forma, lo que está sucediendo en nuestro interior. La fortaleza que poseemos no es inextinguible y guardar siempre lo que nos duele, y fingir que el dolor no nos afecta, es inhumano (impropio de cualquier ser humano) y trae consecuencias.
El dolor que no se desahoga con lágrimas, puede hacer llorar a otros órganos.
En nuestra cultura se educa a la gente, en especial a los hombres, para que oculten sus sentimientos, repriman sus emociones y no se inmuten por nada. Estamos hechos para verbalizar lo que sentimos y para contar nuestras historias, ya sean de dolor o alegría. Hablando de lo que nos ocurre y compartiendo nuestros estados de ánimo, podemos encontrar alivio.
¿Que se necesita, valor para hacer frente a lo que sentimos? obviamente, pero estamos obligados, porque lo que quisiéramos decir y se calla, es un veneno letal almacenado, que un buen día nos dañará internamente. Hay que ir liberando poco a poco la llave de las emociones negativas, desahogándose nuestro dolor y regenerándonos con nuevos proyectos, ilusiones e iniciativas.
Simular que somos invulnerables al dolor y que aquello malo que nos ocurre no nos afecta, puede ser un buen intento de protegernos, pero una forma ingrata, por sufrida, de vivir. La vida se hace más emocionante cuando somos capaces de mostrarnos tal y como somos ... y a veces somos infelices.


No hay comentarios:

Publicar un comentario