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lunes, 10 de septiembre de 2012

Confieso que...

Ni tú has nacido para estar en una jaula ni yo sirvo para llevar cadenas. Admito que hay noches frías, en que me caigo de entre tus sueños y aparezco en un montón de realidades ajenas y entre ellas no estás tú. Pero detrás de cualquier excusa siempre termino volviendo sobre tu sombra para preguntarme: ¿y ahora qué? Porque es muy difícil saber... Esto no es una confesión de maldad por las cosas que no te digo sino más bien todo lo contrario, es un no querer hacernos daño queriéndonos, que paso de contratos de exclusividad, que me duele el personaje literario que me creo yo misma cuando te veo crear y yo tengo que callarme. Ya ves. Que quiero ser tu otra mitad, pero de forma que tú no cambies. Porque estoy dispuesta a dejarme llevar por todas las contracorrientes, a saltar de cualquier precipicio, a caer, si es que se puede, en el abismo de un buenos días, cariño, voy a hacer el desayuno mientras tú finges que sigues durmiendo. Dispuesta a morir contigo en el próximo asalto. Y a veces me teñiré de oscuro, de reproche inconsciente e instintivo, de herida abierta que sangra para luego echarte en cara cantidad de mierda. A veces no podré evitar ser una jaula. Pero tienes que saber que luego será por la mañana, que las malas noches, las peores incluso, también se pasan. Va a ser tan difícil que en muchísimas partes tendremos miedo. Y a veces nos buscaremos en calles equivocadas, en labios distintos, en un azar caprichoso dónde solo tendremos la seguridad de que ni tú ni yo vamos a cambiar nuestro molde para ser un final feliz en el postre de un cuento...Tendremos un barquito de piel con nuestros defectos bordados a mano y tirados por la borda, con el viento en la frente y el secreto de elegirnos libres para volar sin cortarnos las venas porque ni yo puedo quererte y ser una jaula a la vez, ni tu vas a quererme si tienes que usar cadenas.



TD.