Seguidores

sábado, 30 de julio de 2011

No hay segunda oportunidad para una primera impresión aunque debería haberla.


Somos tremendos. Nos solemos fiar únicamente de las apariencias para hacernos una idea sobre un asunto o lo que es peor, sobre una determinada persona a la que acabamos de conocer. ¿Cómo podemos ser tan soberbios para confiar en nuestra perspicacia natural y juzgar y etiquetar a alguien, sin tener ningún dato que nos corrobore que lo que estamos pensando tiene alguna apariencia en realidad?
Dicen algunos: “Es que mis intuiciones no fallan a la hora de conocer a una persona. Cuando me presentan a alguien, ya se muchas cosas sobre esa persona e incluso si me llevaré bien o mal con ella”.
¿Qué narices, objetivamente, podemos saber de un primer y fugaz encuentro? ¿Conocemos los sueños de esa persona? ¿Conocemos lo que le motiva, lo que le da pena, lo que le hace disfrutar o sufrir? ¿Conocemos cómo de tristes o alegres fueron sus años vividos? ¿Conocemos cómo ha llegado hasta dónde está y por qué caminos? ¿Conocemos adónde ha viajado y qué ha aprendido? ¿Conocemos en qué emplea su tiempo libre, con quién vive, quienes son sus amigos o si tiene muchos o pocos? ¿Conocemos qué opinión tiene sobre los temas que nos interesan? ¿Qué sabemos al respecto de su talento, de su inteligencia, de sus pasiones, de sus gustos …?
No sabemos nada en absoluto, pero ya le adjudicamos una etiqueta. A veces se rectifica, pero otras veces ni nos tomamos la molestia porque ya hemos llegado a una conclusión y nosotros nunca nos equivocamos.

domingo, 17 de julio de 2011

Preocupaciones.


Hay dos tipos de preocupaciones: las que tú puede hacer algo al respecto y las que no. No hay que perder tiempo con las segundas.
Dos tipos de preocupaciones y solamente un tipo en el cual podemos influir para cambiar las cosas. Por tanto, dice la más estricta lógica, preocuparse por el otro tipo -por el que no está a nuestro alcance cambiar- es inútil, tanto como hacer favores a un ingrato o como echar agua en el mar.
No somos para nada razonables. Pasamos una gran parte de la vida moviéndonos entre el futuro y el pasado. Utilizamos el retrovisor para el pasado, cuando preocuparse por él es tiempo perdido, ya que ni volverá, ni se puede restituir, ni se puede mutar en algo diferente a lo que ha sido, es y será ya para siempre. En el pasado viven los recuerdos, pero no nosotros. Quizá si alguien que se parecía mucho a nosotros, pero desde luego no quienes somos ahora mismo. Este es un típico caso de preocupación en la que no podemos intervenir.
Para asomarnos al futuro usamos el telescopio tratando de adivinar lo que nos deparará, preocupándonos de forma exagerada por ello y olvidándonos de que la vida no se aplaza a nuestro antojo y que hasta llegar hasta ese punto pequeño que observamos a lo lejos, hay que seguir viviendo plenamente cada día. Olvidemos también esa preocupación, porque es pagar un interés por los problemas antes de la fecha de vencimiento.
Es humano preocuparse, pero tengamos en cuenta que el presente ya se basta por sí mismo para generar suficientes problemas a resolver y además, el presente es el único tiempo verbal en el que de verdad podemos intervenir y resolver y ni siquiera con todas las cosas que nos ocurren.
Hoy es el mañana por el que tanto te preocupaste ayer. ¿Valió la pena?

Si tuvieras dos caras, ¿cuál usarías?


Pienso que es interesante saber sobre la autenticidad y sobre el hecho de ser auténtico, más allá de las apariencias o de las convenciones sociales establecidas.
Nos traicionamos sin duda a nosotros mismos, cuando formamos parte de algo ajeno, disimulamos lo que en realidad somos, para adaptarnos a lo que creemos que los demás quieren que seamos y que no tiene nada que ver con la esencia verdadera de nuestro ser. La vida se llena de esta forma de disimulos y de falsas apariencias y tal es así, que llegamos a pensar que sólo nos acabarán aceptando si mostramos una versión light, cuando no falsa, de nosotros mismos.
Y así nos vamos adaptando y nos volvemos serios, aunque seamos alegres o risueños cuando en realidad somos serios o aficionados a tal o cual cosa, aunque en realidad la odiemos y nos llegamos a vestir uniformemente al resto, aunque tengamos estilo propio y frecuentamos sitios en los que no nos sentimos cómodos o acabamos, en definitiva, haciendo cosas que no nos gusta hacer ...
Es el sentido de pertenencia. La necesidad que tenemos de compartir con otros, para ni estar, ni sentirnos solos. Eso no está mal, pero creo que deberíamos hacerlo sin traicionar lo que somos.
¿La receta?: ser auténticos. Ser nosotros mismos y no una pálida versión. Eso implica ser diferente sí, pero es que lo somos de hecho, y no sentir miedo por mostrarnos en realidad.
Las falsas apariencias son como los edificios, tarde o temprano se derrumban y se descubre el verdadero ser. Y es que todo resulta más fácil y nos sentimos mejor cuando nos comportamos con autenticidad. Cuando aparentamos ser otra cosa, se percibe siempre y algo por dentro nos dice que la persona que tenemos delante y que se comporta de determinada manera, no es realmente así.
Por lo menos a mi me ha pasado, que cuando he aprendido con los años a ser yo y a renunciar a lo que los demás puedan llegar a pensar de mi, es cuando mejor me he sentido. Es de lo más deseable que a uno le puede pasar y no me he perdido nada por ello, salvo lo que ha sido mejor perder. ¿No es positivo que los demás sepan siempre exactamente cómo eres y lo que pueden y no pueden esperar de ti?

jueves, 7 de julio de 2011

Trabas.

Una visión positiva de los asuntos no resuelve las cosas por sí mismas, pero ayuda lo suficiente como para poder encarar cualquier reto, aumentando con mucho las posibilidades de conseguir lo que nos hemos propuesto.
¿Son inevitables los obstáculos? Entiendo que lo son, porque nadie puede, perfectamente, llegar a pensar que en la vida todo transcurre siempre por autopistas perfectamente asfaltadas, sin tráfico, sin baches o sin curvas complicadas.
Ante los obstáculos: o verlos como una vía muerta y en la que acaba por tanto toda posibilidad de seguir o contemplarlos simplemente como una parte más de la travesía y tratar de aplicarse en su superación. ¿Qué haces tú ante ellos?
Reforzar la confianza y creer en nosotros mismos, es fundamental para hablar de superación y de tal manera, que en ello puede estar la diferencia entre dejar atrás el obstáculo o no poder con él.
Nos medimos ante los inconvenientes. Nos imaginamos en la adversidad y en los problemas y sólo nos reconocemos en toda nuestra capacidad, cuando intentamos dar solución a lo que aparentemente no la tiene.
Muchas veces nos ciega la impaciencia y pretendemos resultados no ya mañana, sino ahora mismo y con ello no comprendemos que a veces atravesar una roca que aparece como obstáculo en mitad del camino puede representar, aparte de un ejercicio pesado y monótono, largo en el tiempo. Pero la roca acaba siendo perforada por aquel que emplea suficiente paciencia y motivación en ello.

martes, 5 de julio de 2011

No me da la gana.

No sé lo que quiero hoy, ni lo que querré mañana. Realmente no sé si soy feliz con lo que tengo con lo que dejo de tener, si tengo lo que quiero o sólo quiero lo que tengo. No sé si voy por el buen camino o me torcí hace tiempo. 
Pero puedo decir sin dudas que disfruto de mi vida, que no voy a pensar en el futuro ni en el día de mañana. Puede que dentro de algunos años mi vida cambie radicalmente y mi mundo tal y como es ahora deje de tener sentido. Por eso quiero salirme del camino, hacerle caso al corazón y no a la razón. Porque me gusta mi mundo tal y como es ahora y quiero aprovecharlo por si se derrumba. Quiero equivocarme, como ya he hecho varias veces desde que propuse no hacerlo y dejar de escuchar eso de: ¿has pensado en lo que puede pasar después? Pues no, no lo he hecho y no me da la gana de hacerlo.

Odiar

¿Para qué sirve odiar?, ¿Cómo desahogo?, ¿Cómo venganza? Desde la más pura lógica y sin otras implicaciones, el odio es inservible. Envenena más a quien lo promueve, que a quien lo padece. Y no es que no arregle nada, sino que todo lo enturbia y lo violenta y su capacidad de construir es nula, puesto que justamente se basa en la destrucción.

Intentando encontrar razonamientos coherentes del por qué se odia a alguien, he dado más que con las razones que impulsan al odio, con lo que pasa en el cerebro de las personas que odian. Es decir, más con el qué ocurre, que el por qué ocurre. Pero tal vez ayude algo.
En cuanto al qué, un equipo de investigadores británicos, ha descubierto cuál es el circuito del odio observando mediante imágenes de resonancia magnética, el cerebro de 17 personas (hombres y mujeres) mientras veían fotos de rostros de personas por quienes sentían animadversión (cedidas por cada participante) y alternados con otras caras neutrales que no despertaban en ellos ningún tipo de sentimiento.
De esta forma vieron las áreas neuronales que se activan al odiar. La red que se pone en marcha con esta pasión irracional implica a dos regiones del cerebro, curiosamente las mismas que se activan en el amor romántico. Ambas pasiones comparten dos estructuras cerebrales, una semejanza mayor que la presentada con cualquier otra emoción.
Y esto sin duda es lo más llamativo del estudio. El amor puro y el odio cerval, comparten lugar en el cerebro. Somos sofisticados y complejos. El mayor bien conocido y una de las peores lacras del ser humano, no es que sean vecinos o conocidos… es que comparten la misma casa.
El odio, digámoslo, es accesorio, innecesario, inútil y resulta más devastador para quien lo siente, que para el que lo padece, que muchas veces ni se entera de esa fatal aversión que despierta. Ya se que habrá momentos o situaciones en los que inevitablemente lo sintamos llegar, pero hay que dejarlo pasar.

Nuestro mayor error: Cuando debemos pensar, sentimos; Cuando debemos sentir, pensamos.


Cuántas veces nos habremos llevado las manos a la cabeza en un claro gesto de impotencia, al comprobar que aquello que habíamos pensado (o malpensado), no era exactamente así.
No somos dioses, aunque algunos lo pretendan, como para ver más allá de las evidencias e interpretar y descifrar lo que no distinguimos nada más que parcialmente y, por tanto, no conocemos en toda su extensión.
Si te digo que las cosas no son exactamente como pensamos, seguro que estarás de acuerdo conmigo ya que eres lo suficientemente racional, pero eso no evitará que la próxima vez que tengas, bien la necesidad o bien la curiosidad de saber algo, trates de adivinar, en vez de atenerte a la evidencia de lo que de cierto ya sabes.
Vemos la realidad y llegamos a conclusiones precipitadas, porque queremos tener una opinión formada cuanto antes. Sin esperar a la resolución de los acontecimientos, o al menos a poseer algún indicio más que avale nuestra primera impresión.
No hay que olvidar que cada situación, conflicto o suceso, oculta secretos matices y que de conocerlos, cambiarían completamente nuestra perspectiva sobre ellos ... como hemos comprobado tantas veces.

Duerme para soñar*


Y así después de esperar tanto, un día como cualquier otro decidí triunfar ... decidí no esperar a las oportunidades sino yo misma buscarlas, decidí ver cada problema como la oportunidad de encontrar una solución, decidí ver cada desierto como la oportunidad de encontrar un oasis, decidí ver cada noche como un misterio a resolver, decidí ver cada día como una nueva oportunidad de ser feliz.
Aquel día descubrí que mi único rival no eran más que mis propias debilidades, y que en éstas, está la única y mejor forma de superarnos. Aquel día dejé de temer a perder y empecé a temer a no ganar, descubrí que no era yo la mejor y que quizás nunca lo fui. Me dejó de importar quién ganara o perdiera; ahora me importa simplemente saberme mejor que ayer.
Aprendí que lo difícil no es llegar a la cima, sino jamás dejar de subir. Aprendí que el mejor triunfo que puedo tener, es tener el derecho de llamar a alguien "Amigo".
Descubrí que el amor es más que un simple estado de enamoramiento, «el amor es una filosofía de vida». Aquel día dejé de ser un reflejo de mis escasos triunfos pasados y empecé a ser mi propia tenue luz de este presente; aprendí que de nada sirve ser luz si no vas a iluminar el camino de los demás.
Aquel día decidí cambiar tantas cosas ... Aquel día aprendí que los sueños son solamente para hacerse realidad.
Desde aquel día ya no duermo para descansar ... ahora simplemente duermo para soñar.