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sábado, 24 de agosto de 2013

Des-pídeme.

Mi propósito de septiembre es dejar de fumar en todos los sitios donde tú jamás me lo hubieses permitido. Tirar la piedra y gritarte con las manos en alto que avanzar en la vida es tan importante como pararse a mirar lo que se tiene al lado. Me busco los porqués a latigazos y a base de no encontrarlos termino asfixiándome.
Cómo te crees que edifiqué si no este muro de las justificaciones: con los trazos destrozados de las casualidades que nos unían.
Que todo lo cruzas sin pedirme permiso y en rojo.
Seguirte queriendo,
aposta,
consciente,
aunque no me lleves a ninguna parte debe ser lo más inútil que he hecho. La incomodidad de todo el que pregunta qué es de mí mientras yo no puedo señalarte. El maldito esfuerzo del paso del tiempo por volarme. Tengo el desgaste del que posee el conocimiento de que a una hora le sucederá otra. Así también en las semanas y en los agostos. Y nosotros seguiremos aquí esperando nada.
El diálogo del entorno violento.
Eso y leer las antologías de tu risa sin llegar a percibir que yo era un capítulo pero tú eras el libro. Porque soy sólo un avión contra el cielo, estrellado porque los deseos se piden a la cara y no a las estrellas.
Porque al que le guste jugar con peonzas de colores debería preguntarles alguna vez cómo están de mareadas.
Que al final cansa más no moverse de un sitio que hacer un maratón donde la meta es el final del túnel. Hagas lo que hagas en el fondo me da igual ya, siempre tuviste buena puntería. Y yo he vuelto a meter el dedo en la herida.
Que si pides sólo lo que te dan estás regalando aprobación.
Así que pídeme, lo que quieras.
O mejor despídeme.
Y ojalá nunca te des cuenta.