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domingo, 13 de febrero de 2011

Problemas.


Es un hecho cierto, que importa más cómo afrontemos los problemas, que la propia dificultad de la situación a la que nos enfrentemos. Siempre es más práctico que nos planteemos qué hacer con lo que nos ha correspondido y nos enfoquemos de inmediato en buscar una solución, que dar vueltas y vueltas al origen del desastre.
No se trata de quitarle importancia a los acontecimientos negativos que nos acontecen, pero tampoco pensar que son punto y final y que a partir de ahí ya nada tiene solución. Cualquier circunstancia es susceptible de ser mejorada y sólo tenderemos a enderezarla, si pensamos que hay soluciones en alguna parte y que nuestro trabajo es encontrarlas. A veces las soluciones se esconden, bien es cierto, pero eso no implica que no estén.
Y sobre todo, cambiemos la perspectiva respecto a lo que nos sucede, porque en nosotros y en nuestra forma de pensar, está la reparación de los desperfectos que nos causa la vida de cuando en cuando.
La conclusión es que para solucionar tus problemas sólo tienes que creer en una cosa y afortunadamente sólo depende de ti.
Pero si lo piensas bien, los problemas no existen; en realidad sólo existen hechos o acontecimientos que en nuestro caso particular tienen un impacto problemático. Lo que debemos entender son los efectos negativos o dolorosos de un hecho y desde allí arrancar con las posibles soluciones.
Lo extraordinario de muchos problemas es que dejan de existir en el momento mismo que no les prestamos más atención o alteramos nuestra escala de valores o de percepción.

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