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domingo, 21 de agosto de 2011

Piensa en lo que tienes y no en lo que te falta.


Lo importante, cuando uno pretende cambiar algo en su vida con lo que no está de acuerdo, es meditar sobre ello. Intentar entender cuál puede ser el origen de un malestar o el porqué de la inquietud que sentimos. Qué es aquello con lo que no estamos conformes y que de repente (o no tan de repente), nos anima desde dentro a mover algo que creíamos bien cimentado. Tomarse tiempo para valorar lo que se siente y ver si tiene posible arreglo antes de emprender el camino del cambio, es fundamental.
Y también es crucial, no generar unas expectativas tan ambiciosas y perfectas sobre lo que vamos a encontrar una vez tomada la decisión del cambio, que nos veamos después defraudados e incluso peor que antes. A veces, cuando cambiamos algo, no cambia nada y conviene saberlo y es así porque las causas de la intranquilidad no estaban en lo que hemos cambiado. Así que con cuidado y a pensarlo bien.
El cambio no sólo se produce tratando de obligarse a cambiar, sino tomando conciencia de lo que no funciona.
Piensa en todo lo que tienes, no en todo lo que te falta. ¿Conformismo? ¿Resignación? ¿Sumisión? Nada de esto, sólo y tal vez, generosidad.
Muchas veces estamos tan pendientes de los logros por venir, de conseguir tal cosa o aquella otra, de alcanzar tal rango, estatus o privilegio, que nos olvidamos de valorar -y es un claro desprecio- lo que ya tenemos.
La vida es muy sabia y nunca deberíamos llegar a esta situación, pero a la vida sólo le haría falta un pequeño soplo adverso y hacer que desapareciera algo de lo que ahora no valoramos, para que de repente diéramos todo aquello que creíamos que nos faltaba a manos llenas, con tal de recuperar lo que se fue. ¿No es así?

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