Mañana, siempre mañana. Tenemos una capacidad asombrosa para vivir en el mañana, despreciando la mayor parte de las veces el presente y como si la solución a todos nuestros problemas o inquietudes o el logro de nuestra mayor parte de felicidad o el mejor de nuestros momentos, sólo pudieran ser parte del futuro.
Creo que es poco inteligente desaprovechar o dejar correr los días pensando siempre en que los vamos a encontrar mejores. Las cosas no funcionan así. Lo que tenemos y disfrutamos, lo tenemos hoy, y quién sabe si lo tendremos mañana. Por tanto, fiarlo todo al porvenir aplazando las intenciones, no parece aconsejable.
Más nos vale hacernos a la idea, por dura que resulte plantearla, de que el mañana no existe. Que mañana es solo una vaga ilusión o una promesa que bien puede cumplirse o no. De esa manera, evitaríamos la tardanza de todo disfrute y el aplazamiento de proyectos, planes o sueños, que ciframos poder hacer siempre en el tiempo que llegará y nunca en el que estamos.
Un hoy vale por dos mañanas. La esencia de la vida está en el presente. El ayer pasó y el mañana es incierto y por ello deberíamos aprovechar el 'hoy', lo único que verdaderamente poseemos.
Piensa en todo lo que has pospuesto y empieza a hacerlo ya. ¿Son muchas tus acciones pendientes? Pues como todo, hazlas una a una, pero comenzando hoy. Para quien tiene claro lo que quiere, mañana siempre es tarde.
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