Seguidores

domingo, 17 de julio de 2011

Preocupaciones.


Hay dos tipos de preocupaciones: las que tú puede hacer algo al respecto y las que no. No hay que perder tiempo con las segundas.
Dos tipos de preocupaciones y solamente un tipo en el cual podemos influir para cambiar las cosas. Por tanto, dice la más estricta lógica, preocuparse por el otro tipo -por el que no está a nuestro alcance cambiar- es inútil, tanto como hacer favores a un ingrato o como echar agua en el mar.
No somos para nada razonables. Pasamos una gran parte de la vida moviéndonos entre el futuro y el pasado. Utilizamos el retrovisor para el pasado, cuando preocuparse por él es tiempo perdido, ya que ni volverá, ni se puede restituir, ni se puede mutar en algo diferente a lo que ha sido, es y será ya para siempre. En el pasado viven los recuerdos, pero no nosotros. Quizá si alguien que se parecía mucho a nosotros, pero desde luego no quienes somos ahora mismo. Este es un típico caso de preocupación en la que no podemos intervenir.
Para asomarnos al futuro usamos el telescopio tratando de adivinar lo que nos deparará, preocupándonos de forma exagerada por ello y olvidándonos de que la vida no se aplaza a nuestro antojo y que hasta llegar hasta ese punto pequeño que observamos a lo lejos, hay que seguir viviendo plenamente cada día. Olvidemos también esa preocupación, porque es pagar un interés por los problemas antes de la fecha de vencimiento.
Es humano preocuparse, pero tengamos en cuenta que el presente ya se basta por sí mismo para generar suficientes problemas a resolver y además, el presente es el único tiempo verbal en el que de verdad podemos intervenir y resolver y ni siquiera con todas las cosas que nos ocurren.
Hoy es el mañana por el que tanto te preocupaste ayer. ¿Valió la pena?

No hay comentarios:

Publicar un comentario