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domingo, 8 de abril de 2012

Yo solo busco que nadie lo entienda.


Lo intento pero me cuesta demasiado quedarme parada en esta silla y ponerme a pensar la forma exacta de saltarme las lágrimas tecleando. Me ha subido la miopía y estoy todo el rato con la mirada entornada y con un gesto de tortura. Me pesan las manos y los pies los tengo de plomo, no sé qué me pasa. Tengo el pelo muy embarullado y sencillamente me da igual. Ya no me paro a mirar las cosas lentamente, creo que ahora todo me da igual. No es tristeza, no sé lo que es, ni quiero saberlo aunque no me gusta estar así. Antes me producía intranquilidad el no saber las cosas, ahora le sonrío a todo; quizás esté sola, pero me siento mejor que acompañada.
Ayer me senté junto a la ventana y me froté los brazos, me enganché más al libro que estoy enganchada con un buen café bien cargado. Posiblemente es la sensación de no querer que se acabe lo que me hace releer las páginas de ese libro. Conseguí encontrar la guitarra y toqué aquella canción que tanto me gustaba... ¡Sí!, me relaja, hace que me olvide de todo por un momento.

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