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lunes, 23 de mayo de 2011

La prisa mata.


Tanta prisa tenemos por hacer, escribir y dejar oír nuestra voz en el silencio de la eternidad, que olvidamos lo único realmente importante: vivir.
Lo único que verdaderamente importa, es saborear cada pequeño o gran placer que nos proporciona la vida; con deleite, pausa y detalle y no impregnar en ese desorden de prisas y estrés que nos arrastra y que nos priva de recreos necesarios para el ánimo como los son la reflexión, el descanso y la serenidad, cuya carencia deriva inevitablemente en ansiedad. Y el problema que destaca la ansiedad es que es el componente principal de los problemas de estrés.
Algunos de los principales deseos que causan ansiedad podrían ser:
*El deseo de tener siempre el amor y admiración de toda la gente. Hay que asumir que habrá gente que no nos querrá, ni nos apreciará, ni nos admirará nunca. Es así, hagamos lo que hagamos. ¿Existe algún problema por ello?
*El deseo de ser enteramente competente todo el tiempo. Nadie lo es. Nadie es en todo momento perfecto y nadie es capaz de vivir sin cometer errores.
*La creencia de que factores externos son causa de todas las desgracias. No. Eso si que no. Lo más sensato y valiente es no buscar fuera las causas y las culpas de cuanto nos pasa y ser absolutamente responsables de la vida que vivimos en todos sus términos.
*El deseo de que las cosas sean siempre de la manera que queremos y que la gente siempre haga lo que deseamos. Una de las tareas más fatigosas e inútiles, es pretender que los demás hagan las cosas como nosotros exactamente pretendemos y agotador también resulta pensar que sólo es visión nuestra la forma de hacerlas.
*La creencia que las experiencias pasadas controlarán inevitablemente lo que sucederá en el futuro. Lo que hemos sido, lo que hemos tenido, lo que hemos vivido, no marca, si no queremos, lo que seremos, tendremos y viviremos en adelante.

 ¿Recrearse en el pasado y desanimarse o pensar en el futuro y seguir viviendo plenamente?

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