Seguidores

jueves, 23 de febrero de 2012

Indecisión.

Siempre me ha intrigado no llegar a entender por completo, en qué medida somos plenamente conscientes de cada una de las decisiones que tomamos, y que van moldeando nuestro día a día, colocando o recolocando, cada pieza en ese complejo puzzle que es la vida. Desde que nos levantamos y hasta que volvemos a dormir vivimos obligados a elegir, de manera constante entre un torrente de posibilidades. Actuamos, determinando a cada momento lo que queremos, y lo que no. Lo que dejamos, y lo que tomamos. E incluso, lo que pensamos o dejamos de pensar. Tal vez, visto en la distancia, cada decisión debería llevarse a cabo estrictamente por la ley de la lógica. Quizás, deberíamos valorar los pros y los contras de cada alternativa y analizar las expectativas y los aspectos positivos y negativos de cada elección… quizás. Y que esta sería, la única manera de decidir bien. Pero dónde encajamos aquí un palpito tan efectivo como la intuición. El impulso que nos dice qué es lo mejor para nosotros, sin análisis previo. Cada elección va creando nuestra vida. No podemos tener la certeza absoluta sobre nada. Cuando optamos por un camino u otro, o elegimos a una persona frente a otra, o una idea ante su contraria, y sigamos el método que sigamos, lo hacemos convencidos de que en ese momento es lo mejor para nosotros e incluso para los demás. Por tanto, no cabe volver atrás sobre ello. Elegir es difícil, pero no queda otra.

No hay comentarios:

Publicar un comentario