Cada vez que nos encontramos como dos animales, nace un
sueño que soy incapaz de rastrear.
La inspiración vuelve, pero tú eres más veloz que el resto
del ciento volando.
Con el tiempo he conseguido amontonar granos de arena y
convertirlos más tarde en montañas de rencor.
Llegamos al bar a la vez pero siempre abandona uno antes.
Sinceramente, ya no hay forma de diferenciar el dolor de
ciertas discografías, no tengo canción. Tú eres mi nostalgia favorita.
Podría empezar desde el principio, pero no. Desde la
sinceridad.
Ojalá no dar nada por sobreentendido. Ojalá haya respuestas.
Ojalá lo de pasar página. Ojalá.
Pasar
página, que en realidad es continuar escribiendo pero sin hacerlo encima. Estuve
pensando y los árboles se hicieron libros. Ahora no sé en qué bosque nos
besarán las flores los pies.
Soy un borrón de tinta, en esa novela que
escribimos para tener algo tras lo que puedas esconderte cuando quieras volver
a verme.
Cómo pasar página si ocupas siete.
Que te quiero no es novedad. Deseo
más bien, pero no te tienes en pie conmigo. Desinterés supongo. Y ya no
hablemos de cómo vas a apoyarte en mí si siempre estoy a
punto de caerme.
Te cumples cada vez que pido un
deseo. Pero. La lámpara desaparece y me quedo insegura, a oscuras en un bosque
de árboles, que después serán libros llenos de frases escritas por otras manos
a las que les dedicaré otros libros que seguirán hablando de ti.
Y tú tan indiferente, paseando
por los sueños de cualquiera, te despides de tal compostura que dan ganas de
borrar todo.
Por si tu aun no lo sabes, no se
si podré quedarme, aunque tu tampoco me lo pides.
Solo hay un paso.
El que tu estés dispuesto a dar.
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