Un Sábado
cualquiera en mitad de un domingo,
quise
hacértelo todos los días
de la semana anterior y de la
siguiente.
La
nostalgia egoísta de lo que podría haber sido
me sabe a
confitura del sabor de tu boca desde la cima.
Todo lo que
pruebo desde entonces
te pone a
prueba
y me pone
la mitad.
Debo ser la
típica gilipollas atípica
que todavía
rebobina
cuando
quiere avanzar,
de no
conseguir terminar la película.
Tu cuerpo
era el otro final de El Club de la Lucha
y yo,
sólo la
entrada de incendios.
Tú siempre
tan con la cabeza en otra parte,
y yo solo
pensando en sujetártela
hasta perder
la mía, fíjate.
Tal vez
podrías aparecer.
Llamar al
timbre.
No una,
ni dos:
- Siete
veces -
Pedirme que
baje
acabar
subiendo tú
traerme
buenos recuerdos
llevarte
los malos.
Y dárselos
a quien quiera tocarte esta noche.
Porque
pienso pasar todo ese sueño contigo
en aquel
lugar donde tú soñaste llevarme.
Después
de esta tormenta
no se va a
atrever a venir ni la calma.
Y no hay
más, si todo lo que viene se va.
No sé cómo
será cuando no disparas,
un impacto
brutal como si nada.
Yo siempre
entenderé que quieras irte
y
agradeceré que no lo hagas.