Mi propósito de
septiembre es dejar de fumar en
todos los sitios donde tú jamás me lo hubieses permitido. Tirar la piedra y
gritarte con las manos en alto que avanzar en la vida es tan importante como
pararse a mirar lo que se tiene al lado. Me busco los porqués
a latigazos y a base de no encontrarlos termino asfixiándome.
Cómo te crees que edifiqué si no este muro de las justificaciones: con los trazos destrozados de las
casualidades que nos unían.
Que todo lo cruzas sin pedirme permiso y en rojo.
Seguirte queriendo,
aposta,
consciente,
aunque no me lleves a ninguna parte debe ser lo más inútil que he hecho.
La incomodidad de todo el que pregunta qué es de mí mientras yo no puedo
señalarte. El maldito esfuerzo del paso del tiempo por volarme. Tengo el
desgaste del que posee el conocimiento de que a una hora le sucederá otra.
Así también en las semanas y en los agostos. Y nosotros seguiremos aquí
esperando nada.
El diálogo del entorno violento.
Eso y leer las antologías
de tu risa sin llegar a percibir que yo era un capítulo pero tú eras el libro.
Porque soy sólo un avión contra el cielo, estrellado porque los deseos se
piden a la cara y no a las estrellas.
Porque al que le guste jugar con peonzas de colores debería preguntarles
alguna vez cómo están de mareadas.
Que al final cansa más no moverse de un sitio que hacer un maratón donde la meta es
el final del túnel. Hagas lo que
hagas en el fondo me da igual ya, siempre tuviste buena puntería. Y yo he vuelto a meter el dedo en la
herida.
Que si pides sólo lo que te dan estás
regalando aprobación.
Así que pídeme, lo que quieras.
O mejor despídeme.
Y ojalá nunca te des cuenta.
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